Imágen de la justicia

Navegando por Internet he encontrado esta imagen de la justicia; no lleva los ojos vendados, símbolo de su imparcialidad, sino unas gafas de realidad virtual.

Con ellas, no solo pierde su imparcialidad a la hora de resolver una controversia, hecho o caso, sino que juzga a partir de los datos que le proporciona una realidad hecha a medida.

Quien tiene la capacidad de construir esa virtualización de lo real, tiene el poder de imponer su relato, sencillamente, porque con esas gafas, la señora justicia solo tiene que dar crédito a lo que ve, porque lo que ve se le aparece como la única realidad posible. Por tanto, la balanza que simboliza la consideración objetiva de los argumentos de las partes enfrentadas, se decanta hacia la visión de quien haya codificado su programa.

 

Por qué seguir?

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Hace tiempo que voy escribiendo de forma esporádica en este blog, que empezó siendo un «divertimento» al que me impulsaron mis estudiantes más avezados y avanzados en medios sociales. En principio era un espacio para dialogar con ellos sobre nuestras cosas, un diálogo a la vez abierto al mundo, porque escribir para todas es mejor que escribir para una.

Además, y ahora lo veo releyendo a Warner (Publics and counterpublics, 2002) , el blog significaba crear un espacio discursivo personal y a la vez público, una de las invenciones culturales de la modernidad, la esfera pública, al alcance de todas. Un hito cultural de la «revolución web 2.0». (Por cierto, existe una traducción al castellano del libro de Warner en el macba).

La cuestión de la audiencia no ha sido tratada en profundidad desde la antropología, más preocupada en generar conocimiento que en reflexionar cómo lo construye. Los aspectos discursivos y textuales que lo moldean y lo materializan fueron/son problematizados en el momento de la «crisis de la representación», cuando se piensa la etnografía como texto, pero aún así, se analizan los efectos de representación y sus retórica «en el texto», pero no en sus relaciones con la audiencia.

Desde la antropología de los medios, la audiencia ha sido  tratada como un concepto problemático, precisamente porque sabemos que la audiencia no es nadie en concreto y puede ser cualquiera que se asome a un texto. Es decir, la audiencia no encarna necesariamente a nadie pre-existente, sino que se concibe como una entidad abstracta a partir de la cual se teoriza sobre la  recepción de una obra o bien responde a una entidad numérica concreta: el número de espectadores de determinado evento o show, y a partir de la cual se justifica su éxito y su valor publicitario.

Por eso me pareció relevante el aporte de Warner sobre audiencia, un público, el público y lo público. La relación entre público y publicación como puesta en circulación de un texto.  Así pues, tenía este blog una audiencia concreta (mi gente, mis interlocutores doctorandos y estudiantes que ahora ya están muy lejos y siguen volando); luego vinieron otros lectores (¡bienvenidos!) que ingresaron en la audiencia concreta de este artefacto (lectores amigos, colegas y también algunas desconocidas interesadas en lo que promete este blog: una antropología de los medios). Algunos de estas lectoras y lectores, además, se supone que reciben una notificación cada vez que se me ocurre publicar algo, y así quizás reclamar su atención (¡pobrets!).  Entonces, ya se genera un público «auto-organizado» al rededor del blog que se materializa en una audiencia identificada y en una audiencia potencial inespecificada (cada una que llega o podría llegar al blog por curiosidad o contingencia).

Quizás la pregunta no es por qué seguir escribiendo en este blog, sino para qué seguir escribiendo aquí. Se ve pues que estoy en mi propia y particular «crisis de la representación».

Hace tiempo que este blog es un espacio para «mis caprichos». Sirve para pensar en voz alta, algunas cosillas, difundir noticias, compartir información, etc. sobre la antropología de los medios, aunque cuando me concierne, escribo sobre las cosas que me interesan, me chocan, me preocupan o me pasan. Escribo cuando me apetece, cuando siento que hay algo que me llama a hacerlo, cuando tengo tiempo o algo que decir «desde dentro» y «hacia afuera» … en relación o en diálogo personal interior desde la antropología de los medios (de alguna manera).

Ayer fui a ver una buena película en Quito, en el cine OchoyMedio, un cine que se me aparece precioso, adorable, amable, y también con un toque de capricho. Quizás es lo que tiene Quito, ¿una ciudad muy caprichosa o llena de caprichos? Total, en ese particular y amoroso cine, se presentó la película ecuatoriana Agujero Negro. Estaban allí su director Diego Araujo y co-guionsita y productora Hanne-Lovise Skartveit, y al final de la película estuvieron dialogando con el público. Yo estaba entre el público constituido alrededor de la película, esa noche, en el ochoymedio. Y me sentí parte de cierta intelectualidad quiteña, parte del púbico que ama el cine (y particularmente esa sala de cine), parte de la humanidad, parte de los seres vivos del planeta y del universo.

Yo creo que hace tiempo decidí seguir adelante con este blog por lo que me une a él como espacio de nosequé que me conecta con nosequé, pero que para mi tiene vida. Y decido ahora seguir este blog. Seguir adelante, intermitentemente vivo… quizás precisamente por su valor como espacio constituido (con esfuerzo) de público-personal desde el que escribo cada uno de sus posts. De momento, va a seguir abierto al mundo (Hello World!) porque a veces me gusta recuperarlo y escribir alguna pendejada que me sucede «desde dentro» y «hacia fuera» (hay que ver la película «Agujero negro» para comprender ese movimiento).

En fin, seguimos!

Leyendo a Arendt: la tozudez de los hechos frente a la imaginación política

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Hace tiempo que lo que pasa en mi país se me hace tan chocante que no puedo interpretar los hechos con la pasión por la integridad intelectual a cualquier precio que debería. Hannah Arendt nos dice que en los países que tienen gobiernos constitucionales, el campo político reconoce que, incluso en caso de conflicto, está muy interesado en la existencia de hombres y mujeres e instituciones sobre los cuales no pueda ejercer su poder; estas instituciones son principalmente la justicia, los medios de comunicación y la universidad. Nos dice: «si la prensa llegara alguna vez a convertirse en el ‘cuarto poder’ tendría que ser protegida del poder gubernamental y de la presión social incluso con mayor cuidado que el poder judicial» (p.76).  La realidad que observamos estos días es bien diferente.

En estos momentos, los hechos no se interpretan; se niegan, se inventan o se profetizan. Los medios mayoritarios son voceros del gobierno del Estado que anuncian lo que va a pasar, las decisiones que tomará la justicia, el curso que tomarán los acontecimientos. Es interesante leer las reflexiones de Arendt sobre los Documentos del Pentágono sobre la guerra del Vietnam porque analiza precisamente las maniobras del poder político para, por una parte, convencer a su población de la bondad de las acciones del gobierno para «lograr que el pueblo de Vietnam del Sur pueda determinar su futuro»…, y por otra, cuando vieron que no podían obtener una victoria clara, dirigieron sus esfuerzos hacia «convencer al enemigo que no podía ganar». Según Arendt, este doble movimiento responde a el miedo obsesivo al impacto de la derrota sobre la reputación de los Estados Unidos y de su presidente. Los asesores del gobierno, sus think tank, mintieron a la población por culpa de un «errado patriotismo»; mintieron no tanto por su país como por la «imagen» de su país. Experimentaron con la tentación de que la realidad encajara en su teoría. Entonces, la divergencia fue total entre los hechos y las premisas, teorías e hipótesis según las cuales se tomaron las decisiones. El desprecio a la realidad era inherente a esta política y a los objetivos mismos.  Se ignoraron los crudos y tozudos hechos. Y sigue: «Los resultados de tales experimentos, cuando son llevados a cabo por quienes poseen los medios para la violencia son terribles, pero el engaño perdurable no figura entre sus logros» (p.91).

Resumiendo: «Las modernas mentiras políticas son tan grandes que exigen la reorganización de toda la estructura de los hechos -la construcción de otra realidad, por así decirlo, en la que dichas mentiras encajen sin dejar grietas, brechas ni fisuras, tal y como los hechos encajaban en su contexto original-, ¿qué es lo que impide que esos nuevos relatos, imágenes y hechos que no han ocurrido se conviertan en el sucedáneo apropiado de la realidad y de lo fáctico?» (p.62).

Me aferro a Hannah Arendt para mantener un mínimo de sentido común por el que pueda orientarme en el mundo real: «La sensación de movimiento tembloroso y vacilante de todo lo que sirve de base para nuestro sentido de la dirección es una de las experiencias más intensas y extendidas entre las personas que viven bajo un gobierno totalitario» (p.70). Respiro hondo y sigo leyendo: «Solo el futuro está abierto a la acción. (…) Los hechos se afirman a sí mismos por su tozudez, y, de manera extraña, su fragilidad se combina con una gran resilencia. En su obstinación, los hechos son superiores al poder. (…) La persuasión y la violencia pueden destruir la verdad, pero no pueden reemplazarla.» El futuro pues, no está escrito; está en la acción. Gracias, Hannah.

Arendt, Hannah. (2017). Verdad y mentira en la política. Barcelona: Página indómita.

Foto: Albert Gea, Reuters, 1 Octubre 2017, Una joven le enseña una papeleta electoral a un agente de la Guardia Civil en Sant Julia de Ramis.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imágenes entrelazadas

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Foto de Boris Llona, Cappont, Lleida. 9:30 1, Octubre, 2017

¿Cómo analizar los millares de imágenes que ayer compartieron ciudadanos y ciudadanas de Catalunya  durante la jornada de referendum del 1-OCT? ¿Nos hicieron bien? ¿Ayudaron a soportar mejor el día o contribuyeron a aumentar los nervios y la incertidumbre? ¿Tuvimos una dosis de sobre-información? ¿Desinformación, quizás? ¿O al contrario, nos ayudaron a estar conectados con nuestros familiares y amigos, a informarnos directamente de lo que pasaba, a sobrellevar con humor la tensión en los colegios de votación, a reafirmar nuestra posición de quedarnos en casa?

El domingo vivimos una sobredosis de imágenes que tienen lecturas muy diferentes según el tono político de cada ciudadano y ciudadana y de cada contexto de recepción y circulación. Incluso las tremendas imágenes de cargas policiales y heridos suscitaron distintas lecturas. ¿Debe cada uno juzgar por sí mismo la gravedad del asunto? ¿Podemos banalizar lo sucedido? ¿Debe haber algún modo de trazar un límite colectivo de lo que es o no es posible en una democracia? Pienso que sí. Muchas de las imágenes de las cargas policiales muestran sin lugar a dudas una desproporcionalidad en el uso de la fuerza, rompiendo cristales y puertas de las escuelas, dando golpes y patadas innecesarias a personas mayores ofreciendo resistencia pacifica, disparando con pelotas de goma -prohibido su uso por las leyes de Catalunya-, hasta llegar a más de 800 heridos. Una desproporcionalidad también en el número de efectivos, ya que muchas imágenes nos muestran un despliegue excesivo de los cuerpos de seguridad entrando en poblaciones pequeñas. Independientemente de la legalidad del acto que se celebraba y de la percepción de su legitimidad por una parte u otra de la población, lo que las imágenes de las cargas policiales nos mostraron es sencillamente de vergüenza democrática. Sin más. Para muchos, la circulación de estas imágenes nos ayudó a convencernos, si cabía alguna duda, de que estábamos haciendo lo correcto: ejercer nuestra ciudadanía.

Sí, durante la jornada, la gente en Catalunya enviamos y reenviamos muchas fotos y videos desde nuestros medios para consumo propio entre amigos y familiares, para constatar que estábamos bien, para saber de primos y hermanos; el whastapp no paraba. Muchos también reenviaron y comentaron las imágenes de violencia policial en twitter o facebook con el convencimiento de que era una forma de hacer llegar al mundo lo que estaba pasando; en parte, para sobrellevar la sensación de indefensión, en parte, para contrarrestar la falta de información que se suponía que tendrían otras personas en distintos puntos de España, y en parte, con la esperanza de que la gente de Catalunya, España, de Europa y del mundo reaccionara.

Si bien es cierto que entre las imágenes que nos llegaban podíamos dudar de la veracidad de algunas y tuvimos que soportar momentos de sobresaturación, ya que la misma imagen nos podía llegar por tres o cuatro canales distintos, la circulación de imágenes supuso para muchos decididos a votar el redoblar las energías para defender sus centros, y para muchos indecisos o convencidos de quedarse en casa, decantarse por ir a votar y hacer las colas que fuera necesario. Otros quizás optaran por apagar el televisor y desconectarse de las redes.

Sin embargo, las imágenes de la brutalidad de las cargas policiales desde primera hora de la mañana contrastaban con las que nos llegaban de serenidad y tranquilidad en otros puntos; imágenes de largas colas bajo la lluvia, de gente que repartía vasos de chocolate entre los madrugadores, de padres de familia saliendo abrazados de las escuelas donde habían pasado la noche, y de jóvenes y mayores depositando su voto con caras de satisfacción, decisión y confianza. Muchas de estas imágenes transmitían alegría y felicidad. Nonagenarios con sus nietos, sonrientes y con una papeleta en la mano, selfies con famosos en las puertas del colegio, videos y fotos y más fotos…

Esas fotos de gente votando o haciendo cola tranquilamente, como cualquier otro domingo, como cualquier otra jornada electoral, confirmaban la tozudez, tenacidad y perseverancia de la gente. Muchos hacían circular y comentaban con orgullo las fotos de heridos en las cargas policiales yendo a votar así que salían del hospital, mientras que las imágenes sobre las argucias de algunos en el arte de esconder urnas y papeletas despertaban las sonrisas ante la capacidad de inventiva de la gente. Así, en ese entrelazamiento de imágenes de normalidad democrática, de represión policial, de solidaridad ciudadana, y de picaresca al más puro estilo Piolín, pasamos el domingo, sin perder nunca el humor. Ni la dignidad.

La imagen que encabeza este post es la que muchos señalan como la más emotiva de la jornada. La de un ciudadano abrazando a un mosso después de una carga policial en un pueblo catalán cuyo nombre no quiero olvidar. Se ve que los catalanes tienen la particularidad de elegir entre las imágenes de conflictos y situaciones de tensión, aquellas en que personas aparentemente contrarias o antagónicas se funden en un abrazo. Mi abuela me enseñó a poner la comprensión siempre por encima del entendimiento. «Niña -me dijo una vez mientras manteníamos una acalorada discusión política- no te entiendo, pero te comprendo» y nos fundimos en un abrazo que tampoco olvidaré nunca.

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El padre de Xavi -el niño fallecido en el atentado terrorista de Barcelona- y el imán de Rubí en una concentración de repulsa a la violencia, Agosto 2017.

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El abrazo de Artur Mas y David Fernàndez -de opciones políticas antagónicas conservadores y de izquierdas- después de la consulta del 9-N, Barcelona, 2014.

Es demasiado pronto para hacer un anàlisis académico de lo vivido, aún no puedo. De momento solo se me ocurre que lo mejor en estos días es practicar el «abracing».

 

 

 

 

 

 

Viva la Vida!

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Breve apunte mexicano, después de visitar la casa de Frida Kahlo en Coayacan, muy cerquita de donde me alojo en mi intensa visita de Ciudad de México. Cuatro días de seminario intenso con un elenco de estudiantes impresionante: profesores, estudiantes de maestría, doctorandos, estudiantes de licenciatura, freelances… de antropología, comunicación, sociología y psicología… todas y todos entusiastas por compartir estas jornadas reflexionando sobre cómo hacer etnografía de, en, con y a través de lo digital, como una forma de conectarnos a los problemas de la contemporaneidad. Co-aprendiendo y descubriendo conexiones escondidas, metodologías entramadas, disfrutando de la cocina mexicana en todos sus sentidos!

 

 

 

cultura popular


A dos días de salir para Buenos Aires al Second ISA Forum sigo preparando nuestra presentación sobre metodologías visuales y pensando en el pasado congreso de antropología en Nanterre.

Entre las muchas presentaciones reveladoras, estaba la de Rivke Jaffe sobre Crime and the politics of aesthetics in urban Jamaica, en la mesa de Popular  culture of illegality: informal sovereignty and the politics of aesthetics. Me fascinó la forma de presentar su trabajo a partir de las fotografías, videos y música de las calles de Kingston para tejer su narrativa sobre la vida política en la cultura popular. Pero… ¿qué es eso de la cultura popular? ¿Es un concepto analítico todavía válido en antropología? Por lo que pude apreciar en esa mesa del congreso, sí. Pero cuando intento definir qué entendemos por «cultura popular», reconozco que me adentro en un terreno pantanoso y me entra el desasosiego.

Según mi sentido común,  la cultura popular es la cultura de la calle, la que hacemos entre todos cada día, la que circula en los miles de mensajes que recibimos cotidianamente en nuestros correos electrónicos sobre el estado del mundo y de nuestra clase política… también los dulzones powerpoints que nos pasan los amigos sobre la vida y la amistad, los videos caseros de Youtube, las pintadas que recorren nuestros ojos camino a casa… Cultura popular es aquello que hace la gente… para la gente. En este sentido, la cultura popular es ese conocimiento que nos conecta con los demás y se comparte… es en esta dirección que creo que la cultura popular entronca con la crítica política y conecta de alguna forma con las ideas y movimientos por una cultura libre.

Pero eso solo es un apunte antes de hacer las maletas, para invitarme a continuar pensando en ello. Continuará…

Arrebato (en clave bizantina)

Hace unos días pasaron en tv2 la película de Iván Zulueta «Arrebato» (1980) y me arrebató (una vez más). ¡Qué historia de terror tan bien contada… y qué espléndido tratado sobre la imagen… delicioso si se lee en clave bizantina!

la clave procede de la «guerra de los iconos» en la antigua Bizancio y la pugna  entre los iconoclastas y los iconódolos. La iconoclasia es bien conocida por la sistemática destrucción de imágenes en distintas épocas y revueltas, pero  los iconódolos,  han pasado más al olvido, quizás porque ganaron aquellas batallas, quizás porque hoy somos todos un poco iconofilios y un poco iconofobos.

Así, podemos esquematizar el argumento de la obra, siguiendo al personaje de Pedro (Will More),  a partir de la formulación y de cómo se da respuesta a las siguientes preguntas:
– ¿Por qué se arrebata/está arrebatado Pedro?
– Por las imágenes.
– ¿Qué quiere?
– Relacionarse con el mundo a través de ellas.
– ¿Qué le sucede?
– Termina convertido en imagen…

La historia de este arrebato místico por la imagen se arropa con la adicción a la heroína y al sexo. La droga ayuda a concentrarse en la veneración de la imagen y dota a la película de un aire onírico que la hace verosímil.  La exaltación del  sexo es la encarnación de la corporalidad que impide,  frena o desvía el proceso de transformación espiritual (como en la tradición cristiana más clásica:). 

Es precisamente esta idea de abandono, de alejamiento de las realidades mundanas, de exceder los propios límites del cuerpo, o de sustraerse definitivamente a la vida corporal y vegetativa, de lo que Tomás de Aquino habla precisamente en De veritate, q. 13 (De raptu).  Ezequiel Téllez.

Siguiendo la polémica bizantina, esta sería el trasunto de la trama en Arrebato:  la posibilidad de una búsqueda de conocimiento a través de la imagen.   Los iconódolos creen que se puede llegar al conocimiento (de Dios) a través de la imagen…  son aquellos quienes, como Pablo de Tarso o Pseudo Dionisio Areopagita, creen que la vía del conocimiento puede ser per visibilia ad invisibilia.  En cambio, para los iconoclastas este proceso no es fiable porque acaba siempre en idolatría, en el culto a las imágenes por sí mismas. Para los iconoclastas, Pedro se pierde para siempre en sus imágenes. Para los iconódolos, Pedro sigue los pasos lógicos -no sin contratiempos- hasta su último arrebato místico.

BarXelona


Barcelona es más que una marca y un destino turístico masivo. Es también parte de una tradición histórica de libertad, de movimientos sociales alternativos, de revuelta. Barcelona es para quien la vive y ama. Por esta razón apoyo el manifestX: Diguem prou a la criminalització dels moviments socials! que impulsan colegas de distintas universidades catalanas a raíz de la cobertura mediática de la Vaga General del 29S y la estigmatización de los jóvenes inquietos -que no violentos que son otra cosa, y que muchos de ellos precisamente están en contra de cualquier tipo de violencia-. No se de dónde viene el auge de la etiqueta «antisistema» para referirse a no se sabe qué, pero que en otros tiempos se llamaba «alternativa» o «altermundista» por aquel lema de «otro mundo es posible».  Y hay que imaginar que otro mundo es posible!  Barcelona pues, se escribe también con X de cultura libre, como la ceremonia de los oXcars, que carajo!

el futuro de la antropología visual…

… pasa por Internet!

Este es el encabezamiento de una entrevista en PuntoEdu que me hizo Florence Couillaud cuando estuve en Lima y como por fin empiezan mis mini-vacaciones de este año y es de las pocas entrevistas de las que no me ruborizo demasiado al leerla, pues la enlazo desde el blog.  Cuelgo también la foto del desayuno con estudiantes que tuve el placer de conocer y con los cuales estuvimos compartiendo intereses de investigación. Hasta la Vuelta!