imágenes revueltas // miradas antropológicas

Leo con sorpresa en El Periódico que el fotógrafo Joan Fontcuberta se ha convertido en un “antropólogo de la imagen” al seleccionar para su más reciente y “programática” obra artística  352 fotografías  “anónimas” y “encontradas en Internet”.  Es una exposición interesante, como todas las de este gran fotógrafo al que sigo con asiduidad, pero me extraña que afirme, según la entrevista del diario,  que como son anónimas y públicamente accesibles, no ha considerado oportuno pedir permiso a sus autores para realizar la exposición en la Galería dels Angels y confeccionar el libro Through the looking glass, que se vende a 40 euros (en promoción). Según la noticia:

… el artista no duda: «La autoría cada vez será más compartida y la idea tradicional de autor debería ser revisada». Y tampoco le preocupan los derechos de imagen de los fotografiados: «Si lo ponen en el espacio público es porque quieren compartirlo». No obstante, reconoce que esto puede ser un problema para el proyecto, pero, dice, «el artista ha de vivir en el riesgo».

En primer lugar, deberíamos cuestionarnos que se entiende por anonimato en Internet y si el hecho de que sean públicamente accesibles significa que las podamos usar como queramos. Como dice Edgar Gómez, una cosa es que las fotos se puedan ver públicamente, y otra que éstas se puedan usar para cualquier cosa. En segundo lugar, deberíamos preguntarnos sobre cómo puede el artista afirmar, en esta misma entrevista al Periódico, que «La autoría cada vez será más compartida y la idea tradicional de autor debería ser revisada» cuando él mismo toma prestadas las fotos de otros para publicar un libro que sí tiene un claro e incontrovertible autor y además, lucrarse de ello sin necesidad de respetar los derechos de autoría  de los demás -supongo que este es el riesgo que asume-.  Pero lo que me preocupa no son las cuestiones legales, sino que no se tome en consideración ninguna problematización ética sobre la descontextualización de las imágenes de otros. Es decir, el artista se apropia de unas imágenes como si Internet fuera un basurero en el cual se puede rebuscar y reciclar lo que otros han echado. Pero no creo que los autores de las fotos piensen que “compartir” sea  eso. En todo caso, no se les ha preguntado ni dado la oportunidad de opinar.

Hay que decir que no se trata de unas fotos cualesquiera, sino autorretratos realizados ante una superficie refractante y en los que la cámara es también visible, cuando no el objeto central de la imagen, y muchos de ellos son retratos íntimos, aunque también los hay artísticos sobre el propio cuerpo, y otros con contenido sexual explícito o directamente pornográficos. ¿De dónde ha sacado estas fotos? ¿Dónde estaban insertas? ¿A quien iban dirigidas? Son preguntas que cualquier antropólogo amateur se haría y debería hacerse para comprender el sentido de su producción y consumo. Las imágenes no están ahí, revueltas, flotando en el ciberespacio, en un mar de nadie, sino que están clasificadas, indexadas, comentadas, forman parte de un proyecto, de un grupo, de una propuesta, de un sistema de comunicación e intercambio.

En la exhibición, el artista no hace distingos, ya que las fotos se muestran en un collage, revueltas y extraídas de sus contextos originales, que pueden ser desde blogs personales, cuentas de Flickr, páginas especiales dedicadas al autorretrato o directamente páginas de porno amateur.  La mayoría de las páginas visitadas por el artista y que cita explícitamente en su libro son páginas directamente y exclusivamente dedicadas a la pornografía, y aunque algunos de los sitos citados se proponen como “veraderamente” de amateurs, otras webs son de pago y declaran explícitamente que las imágenes no pueden usarse libremente. Otras han sido “pescadas de las redes sociales” -según un artículo de La Vanguardia-, pero en todo caso, no son anónimas, sino que la mayoría tienen un autor con el cual se puede contactar, y en Flickr muchas tienen licencia creative commons, es decir, se pueden usar libremente siempre y cuando se citen las fuentes. El hecho de que el autor no sea fácilmente identificable no significa que sean anónimas, el hecho de que sean públicas, no significa que el autor no haya especificado su audiencia, o que no tenga ciertas expectativas sobre su privacidad. Cómo se percibe lo público, lo privado, la intimidad y el propio cuerpo en la comunicación mediada por las tecnologías digitales es una pregunta de investigación antropológica que no se resuelve a partir de la abstracción de un conjunto de fotografías seleccionadas por criterios estéticos.

Internet no es un cubo de basura, ni un archivo disparatado. Aunque haya quien se atreva a construir obras artísticas con su contenido como si de “material troubé” se tratara, no pretendamos con ello una comprensión de Internet  y menos todavía, teorizar sobre la condición humana a partir de una mirada de coleccionista, sin atender al contexto concreto en el cual estas imágenes circulan y adquieren sentido. No es lo mismo un autorretrato en un blog personal que en un grupo dedicado a fotografías de desnudos o en un sito web de porno gratis (no digamos ya de pago). Para Fontcuberta, todas ellos forman parte de un mismo género fotográfico, el “reflectograma” y parecen tener una misma función y significado: el exhibicionismo y la vanidad del yo. Estas y otras reflexiones similares sean quizás su “lectura antropológica” de la “imagen digital”, o al menos, lo que quizás haya llevado a afirmar a  la periodista que este buen fotógrafo se haya convierto en un “antropólogo de la imagen”.

Bueno, como se ve que ahora todos podemos ser fotógrafos y se borran las distinciones entre profesionales y amateurs, también hay que dar paso a los antropólogos amateurs, pero no de cualquier manera.  Para ser antropólogo no basta con recolectar objetos de un vertedero y darles un sentido reflexivo sobre el devenir de la humanidad, hay que aplicar el método y la teoría antropológica, además de desarrollar cierta sensibilidad ética y, porque no, estética.  Este trabajo de Fontcuberta puede ser muy provocador, y ciertamente lo es, pero no nos confundamos, no sigue ni la teoría, ni la metodología ni la deontología propia de la antropología. Así que por favor, no le pongan epítetos que el propio artista dudo que haya solicitado, y dejen a la antropología para quien la trabaja, tenga o no tenga el título de doctor.

(Foto de Pata de Perro)

39 opiniones en “imágenes revueltas // miradas antropológicas”

  1. Nunca he tenido mucha admiración por Fontcuberta que convierte en «arte» el coleccionismo y el taxonomía de mercadillo; en última instancia el riesgo del que el habla es entendido como el robar, simplemente eso, y que ya era, desde el siglo XIX, una experiencia de las clases medias acomodadas y de los artistas el vivir en el riesgo de transgredir. Lo que más pita de todo esto que R. Gubern le haga una entrevista como si hablara con el nuevo gurú del medio… Fontcuberta es un falsificador, de artista y de antropólogo, lo que al final habla de que es arte hoy.

    1. Tampoco soy un admirador de Fontcuberta, pero reconozco que me gusta el debate posterior que generan sus «pequeñas trampas». Quizá se trate de eso, ver las olas que genera su piedrazo en un estanque demasiado clamo para mi gusto.

  2. jajajajajajajajaja. Eso me produce esta noticia. Veo razonable hacer un libro qua aporte nuevas tendencias e ideas sobre el mundo que nos rodea. Seguramente, si lo hubiera hecho yo, no tendría ninguna repercusión y posiblemente acabara denunciado por algún «autor» de las mismas. Pero estamos en la sociedad occidental donde el que manda es el que parte el bacalao y los demás le siguen como corderos. Lo que no me parece razonable, es cobrar por ello, ya que eso demuestra para mi, que el fin de este trabajo no es dar a conocer la magnitud del mundo que nos rodea, sino el de sacar cosas nuevas que nos aporten capital para seguir «pillando» algo que otro no halla hecho todavía. Me recuerda a veces, a los fotógrafos de crónicas violentas, que cada vez mas, seguidos por la capa capitalista, necesitan ofrecer al espectador mas sangre, mas violencia, porque pagan mas si les envías algo que “venda” y se olvidan y dejan por el camino todo el resto. Ese resto es el que perdura, si logras captarlo en tu mente y transmitirlo en imágenes. Lo demás es pasado….

  3. Muy probablemente todas esas fotos estaran realizadas por Fontcuberta de manera que parezca que las ha sacado de Internet. Como ya hizo anteriormente con sus famosas fotografias del astronauta sovietico que se perdio en el espacio Fontcuberta busca falsear la realidad y ponerla de su lado. Admiro la dimension que introduce Fontcuberta en su trabajo, y ha vuelto a conseguirlo a juzgar por los comentarios que leo. Saludos.

    1. Eso es lo que le va a salvar el culo, sus «obras» anteriores (aunque no creo que merezcan ser llamadas así). Y gente que piense como tú, pero no te engañes, el Fontcu no se molestaría en tomar 350 fotos cuando las puede robar tranquilamente de gente anónima. Mucho más fácil, menos esfuerzo y más beneficios. Y todo para que una panda de pazguatos le sigan la corriente y le rían las gracias…qué vergüenza!

    1. Me pone de los nervios que se salga con la suya, y que tenga una panda de pazguatos riéndole las gracias y aplaudiendo…
      Cuando hay miles de artistas con un gran potencial, a los que nadie hace ni caso. Gente «anoónima» a la que se le puede robar y sacar partido de ello.

  4. Hace tiempo participé en un proyecto muy interesante mediante el cual de manera colaborativa se hizo un libro con fotos pertenecientes a los integrantes de un foro bastante conocido de aficionados a la fotografía.

    Aquellas fotos eran públicamente visibles a cualquiera que estubiera registrado en el foro (el cual era gratuíto, por lo que podemos extender que las fotos estaban abiertas a todo el mundo) y sin embargo la editorial que publicó y distribuye el libro nos exigió explícitamente un consentimiento firmado a cada uno de los muchos autores para publicar las fotos, además de consentimientos individuales para cada una de las personas que aparecían en las fotos, o de sus representantes legales si eran niños, por escrito y firmadas de puño y letra del afectado.

    Aquello era una iniciativa privada de un grupo de aficionados, sin ánimo de lucro, pero también buscamos una editorial seria, no un artista que vive del riesgo. Un carterista o trilero cualquiera podría categorizarse de tal manera con bastante acierto.

    saludos.

    1. Yo tambien participé en una exposición de photographicsocialvision, Domestic, donde utilizamos las fotos de Internet previo contacto con los autores, teníamos nuestra cuenta en Flickr donde explicámabos la idea y llamada a la participación, además de un fotolog, la mayoría de usuarios de Internet que contactamos respondieron positivamente.

      http://domesticsocialvision.barcelonaphotobloggers.org/info/

      http://www.photographicsocialvision.org/domestic/

      http://www.flickr.com/photos/domesticsocialvision/galleries/

  5. Gracias por vuestros comentarios, especialmente los que ayudan a pensar. No es mi intención cuestionar al artista, sino poner de relieve cuestiones que considero importantes en relación con su obra concreta Through the looking glass: como es la idea que se tiene de Internet como espacio público anónimo e indiferenciado; que el hecho de compartir las imágenes en Internet se considere que estas pueden usarse sin ninguna consideración ética; que se entienda como «anónima» a la gente que cuelga estas imágenes; que se mezclen imágenes privadas con imágenes realizadas para sitos web declaradamente pornográficos -donde rige una estética propia y específica y donde no todo son «amateurs»- de forma indiscriminada, y finalmente, llamar la atención que un trabajo artístico que haga una reflexión personal sobre la naturaleza humana, es eso, y no puede confundirse con los resultados de una investigación antropológica. Sigo atenta a los problemas que plantea, especialmente como los propios usuarios de Internet, es decir, nosotros, vemos estas problemáticas especialmente en relación con la imagen digital y la autoría, pero también en como nosotros imaginamos Internet y la cultura libre.

  6. Este tio es un poco capullo, estos artistillas que lo unico que hacen es valerse de internet y ponerse una medallita por ello me dan un poco de risa, solo espero que los autenticos propietarios de las fotos le metan un buen puro por enteradillo…

  7. Pingback: Anónimo
  8. Venga, que se trata solo de un juego de provocación. Si lo hiciese algún indocumentado como yo no tendría ningún mérito pero en su caso está claro que solo busca suscitar inquietudes y debate. Relax and enjoy.

    1. Estoy bastante de acuerdo con tu opinión. Joan ha buscado la provocación, ha transgredido y de hecho aquí estamos todos opinando, unos se flagelan y otros razonan, los menos lo ven de una forma irónica.

  9. Ahora quien encuentre una foto suya en el libro tendra derecho a coger el libro, digitalizarlo y distribuirlo gratuitamente por internet… No??
    De igual manera que el coge lo que no es suyo y se lucra con el trabajo, cualquiera pouede distribuir su «obra» y dejarla en cualquier lugar de este «vertedero» que es internet. Maxime cuando se hace «sin animo de lucro» 😉
    Vaya un caradura

  10. En primer lugar, cualquiera que conozca el trabajo de Fontcuberta sabe que siempre juega desde el lado de la provocación, el engaño y el cuestionamiento del autor,así que no entiendo muy bien tanto revuelo.
    Segundo, puede gustar más o menos su trayectoria como artista, pero llamarle «capullo» o «artistilla» a la primera de cambio me parece muy atrevido, teniendo en cuenta que no solo es un artista más o menos polémico, sino que es una de las personas que más ha contribuido a la fotografía en este país desde los años ochenta, tanto a nivel teórico como técnico. Sólo hay que leerse alguno de sus libros para darse cuenta de que tiene una idea bastante clara de lo que quiere hacer y hace en cada momento. Personalmente tuve la suerte de tenerlo como profesor, y desde luego puedo afirmar que no es ningún capullo.

  11. Gracias, Lara por tu comentario, ya que este tipo de intervenciones cortas tienen poco karma, es decir, aportan poco al debate y aunque muestran solidaridad con los afectados, y/o acuerdo con los argumentos, personalmente no me gusta que se insulte a nadie, sea artista reconocido o cualquier persona «anónima». Ahora bien, aquí se discuten los límites del artista como provocador y el hecho de que se apropie de fotos que considera anónimas y lo haga en nombre de una pretendida «antropología de la imagen».
    Si atendemos a la obra de Fontcuberta y vemos estas fotos, nos daremos cuenta fácilmente que no son suyas. Él mismo dice que los fotógrafos ahora serán curadores, pero eso no significa que no reconozcan la autoria de los fotográfos de la calle y su contribución «anónima».
    En el libro deja clara su postura sobre «fotos anónimas», es decir, que se pueden usar si están en páginas «abiertas «, sin dar crédito a sus creadores, pero él si se atribuye el crédito de autoria y de curador «experto». Estos son los problemas que plantea esta «obra», además de proponer una imagen de Internet como «tierra de nadie» o como «calidoscopio» que hace ya tiempo que ha pasado de moda que no responde a lo que sucede actualmente. Bueno, de esas cosas hablamos.

  12. Yo solo puedo decir que he visto el libro con las fotos, que éstas no están referenciadas y que solo cita algunas páginas web en concreto de dónde dice que ha sacado algunas de las imágenes. He visitado estas páginas que cita directamente, y no las pongo aquí por no hacer publicidad, ya que son todas de porno amateur o profesional.

  13. solo quisiera precisar, desde mi punto de vista de abogado especializado en estas cuestiones, que INTERNET no ha cambiado:
    a) ni el derecho del autor a autorizar la reproducción y comunicación pública de sus fotografías (y aunque estén hechas con el móvil en plan relajado, están igualmente protegidas por la ley),
    b) ni el derecho de cualquier persona de protección a la propia imagen e intimidad, e impedir que cualquier tercero reproduzca y o publique su imagen.

    estas reglas valen para todos, incluso para los más reputados artistas

  14. Pues yo creo que ni los fotógrafos tienen que ponerse de antropólogos ni los antropólogos tienen que hacer fotos. Cada uno a lo suyo.

    1. No puedo estar de acuerdo con esta afirmación, puesto que soy la primera en argumentar la necesidad de incorporar la imagen en la construcción de conocimiento antropológico. Además, es posible desarrollar proyectos artísticos que tengan una base antropológica o que estén en la intersección entre arte y antropología, o proyectos de investigación en el que colaboren antropólogos y fotógrafos. Pero en cada caso, hay que justificar las opciones y explicar cómo y de qué manera se desarrollan estos proyectos y no hacer pasar una cosa por la otra.

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